“Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.”
Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799
Hace una semana que me desperté, en mi ritual de aseo diario no pude evitar darme cuenta mientras me veía en el espejo que mi cabello tenía algo extraño, me acerqué y vi con escepticismo que se trataba de una cana, pero no de una cana cualquiera, sino mi primera cana.
A mis 24 años lo último que pensé que encontraría sería un cabello plateado en mi cabeza, pues según yo aun soy muy joven para esas cosas, pero encontré también que era el momento ideal para hacer un balance de mi plan de vida hecho hace algunos años.
Según yo, a los 18 me veía haciendo mis pininos en la dirección cinematográfica, viviendo solo o con mi novia en Los Ángeles y sin mucho dinero, pero capaz de solventar mi situación financiera. Hoy, ¿seis años después qué me encontré?
Conforme vas creciendo te das cuenta de que la vida te pide elegir entre los sueños que tenias de niño, sabes que es imposible ser policía de día, político honesto en la tarde y futbolista profesional de noche, por lo tanto eliges estudiar comunicación, a fin de cuentas hablas de las tres cosas y si tienes suerte la gente puede llegar a respetar tu opinión.
El trabajo que querías difícilmente lo tienes, y mientras llega el anhelado puesto, trabajas en algo que no te gusta, paga poco y se supone sería temporal, pero ya tienes ahí más de dos años y por si fuera poco tienes que fingir que te gusta y dices que tiene más importancia de la que realmente tiene.
Sigues viviendo en casa de tus padres, y aunque es bueno no tener que pagar renta y seguir comiendo de la sazón de mamá tienes que aguantar los comparativos con los hijos de los amigos de tus padres, “!Sultanita consiguió trabajo no sé dónde!” “!tu primo perenganito se va a ir a vivir a Nueva York!”. Además, si eres el menor de la estirpe te toca ver como tus hermanos van saliendo de casa y te dejan solo con unos padres cada vez más quejumbrosos (mínimo hay más espacio donde esconderse).
Tus amigos. Algunos están casados y con hijos y aunque se ven felices sabes perfectamente bien que eso no es lo que quieres (aunque tus papás digan que ya va siendo hora) pero también hay cierta envidia de la aparente estabilidad emocional de su matrimonio. Yo por mi parte me siento feliz de completar una semana sin ningún tipo de diferencia con mi novia, y eso que apenas llevamos unos meses.
A las fiestas las comienzas a ver con cierto recelo. Ya no tienes que esperar a que sea fin de semana para que te den permiso para salir, pero tampoco sales en fin de semana porque los antros están a reventar de morrillos desmadrosos de 18 años que te hacen sentirte viejo a su lado. En cambio sales mejor los miércoles que la cerveza está a 2x1 y te encuentras con gente como tú que sale a divertirse un rato solamente porque tiene que entrar a trabajar temprano.
Pero bueno, basta de pesimismo, ¿pienso así por una cana? Realmente creo que debería empezar a preocuparme cuando deje criticarme a mi mismo y haya dejado de soñar. Y si les soy honesto, no cambiaria a mi familia, mi novia, mis amigos y las experiencias vividas en el trabajo mal pagado por nada.
A final de cuenta es solamente un cabellito plateado.
…..pero que me comience a quedar pelón es otra historia
